Navidad
también con los ausentes
Ahora que nuevamente llega la Navidad, vuelven hasta mí
los ecos de aquellas de mi infancia en las que fui tan feliz. Toda la familia
reunida en la mesa y los primos, que apenas si nos veíamos el resto del año, jugando
durante tardes enteras en torno al viejo diván de la abuela. Los mayores,
atareados con los preparativos de la cocina
o inmersos en interminables conversaciones nos olvidaban dejándonos
alborotar con juegos imposibles o simplemente prohibidos el resto del año. Los
niños destilábamos ilusión por todos nuestros poros. Ilusión por lo significado
de la fecha, e ilusión por todo lo con ella relacionado, el belén, los
villancicos, las reuniones familiares, las estrenas y , por supuesto los reyes.
Nada que ver nuestros modestos juguetes de entonces con el derroche y la
ostentación actuales. Pero nosotros éramos felices y creíamos que los mayores
también lo eran, y eso acrecentaba si cabe nuestro gozo.